¡Luto e indignación nacional!



Después de escuchar y ver la forma como los sicarios narraron a los medios la manera como los mataron, vino una rabia generalizada contra el gobierno de Peña Nieto que como candidato había prometido combatir con inteligencia al crimen organizado
Rabia, impotencia, frustración, hartazgo, dolor, indignación, son los sentimientos que afloraron cuando la Procuraduría General de la República por voz de su titular, dieron a conocer lo que ya sabíamos, pero que nunca nos imaginamos con que saña lo hicieron criminales protegidos por las autoridades municipales, estatales y federales.
Era un secreto a voces la muerte de los 43 normalistas de Ayotzinapa, yo lo hice público en mi artículo de hace quince días, pero para millones de compatriotas la esperanza de encontrarlos con vida aun perduraba y luego, el viernes, después de escuchar y ver la forma como los sicarios narraron a los medios la manera como los mataron, vino una rabia generalizada contra el gobierno de Peña Nieto que como candidato había prometido combatir con inteligencia al crimen organizado, y es la hora que éste sigue ganando terreno y batallas al Estado.
Viendo el rostro de los funcionarios encargados de la seguridad interna, de la procuración de Justicia en la República y de la conducción del país, nos damos cuenta que en este momento los mexicanos estamos huérfanos, que no tenemos protección alguna de nuestros bienes y de nuestras vidas porque Miguel Osorio Chong, Jesús Murillo Karam y Enrique Peña Nieto ya mostraron su incapacidad, y nos dejan indefensos frente al hampa, frente a los criminales, frente a los secuestradores, frente a los extorsionadores y, lo que es peor, frente a las instituciones encargadas de velar por nuestra seguridad que son, hágame usted favor, las que nos entregan a éstas bandas.
Con que confianza hoy, cualquier ciudadano de cualquier municipio o comunidad va a pararse cuando la policía municipal, la estatal, la federal, el ejército o la marina y hasta los agentes de tránsito nos detengan por cualquier pretexto, cuando todos sabemos que son el primer eslabón de una cadena de bandas criminales, debidamente protegidas por los ministerios públicos y jueces, que más temprano que tarde son puestos en libertad, cuando llegan a ser detenidos.
Se acabó la confianza en todas las corporaciones policíacas. Se acabó la confianza en las autoridades encargadas de velar e impartir justicia. Se acabó la confianza en los políticos. Se acabó la confianza en los gobiernos y, lo que es peor, se acabó la confianza en la institución mayor: El Estado.
Los muertos de Ayotzinapa, la de los conductores de los autobuses que los llevaban y el joven asesinado que pertenecía a un equipo de futbol de la tercera división vinieron a ser la gota que derramó el vaso. Fue el ¡ya basta! Que exigen no solo los mexicanos sino organismos internacionales de los derechos humanos, gobiernos de otras naciones que ven en México una sociedad hastiada, perseguida, temerosa, indefensa, y un Estado rebasado ya por el crimen organizado, porque sus titulares se han dedicado al glamour, al enriquecimiento explicable, a estrenar aviones de miles de millones de pesos, a vivir en el extranjero con
todos los lujos que dan haber sido gobernador o presidente de la república les da.
Frente a la comunidad internacional, hoy México de lo menos que lo califican es de corrupto, porque han sido los titulares de los tres poderes los primeros en corromperse y en corromper, por eso se enquistaron los hampones, los delincuentes, los criminales y pudieron organizarse para operar mejor y adueñarse de carreteras, caminos, plazas y ciudades porque las compraban a los políticos del PRI, a los políticos del PAN y hoy, como todos ya sabemos, a los políticos del PRD.
Los más de 70 años de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional llevo al país a la banca rota. Los doce años de gobierno del PAN, que surgió como alternativa frente a la dictadura perfecta, resultaron desastrosos en materia de seguridad, multiplicándose los asesinatos y secuestros, y hoy, el PRD y los famosos chuchos nos demuestran que tan ligados están también a estas bandas criminales.
Y así, mientras al pueblo lo empobrecen los perversos del sistema para en épocas electorales comprarles su voto y mantenerse en el poder, ese pueblo pobre esta pagando las consecuencias de esa osadía porque a los que están secuestrando y matando son clase media y pobre, pero nunca a los ricos, porque estos sí gozan y disfrutan de guardias, escoltas, carros blindados, armamento sofisticado y, varios de los multimillonarios que tenemos, ni siquiera se dignan viajar por carretera en auto, dado que lo hacen por aire, en helicópteros y aviones privados.
Al momento de escribir este artículo don Enrique Peña va viajando a China porque al final de cuentas, los asesinados son jóvenes normalistas, pobres para no decir miserables, que dormían en el suelo y hacían dos precarias comidas. ¿Lo estaría haciendo si los secuestrados y asesinados hubieran sido del Tecnológico de Monterrey o de la Universidad de las Américas?
No quisiera escribirlo pero la experiencia en la lucha social y política me indican y hacen ver que lo de Ayotzinapa reventó la liga, que es la expresión de un Estado rebasado, inoperante, inservible y que éste tendrá que refundarse con hombres y mujeres que quieran a México y a los mexicanos. Con gente extremadamente distinta a los políticos tradicionales del PRD, los chamacos verdes, del panal, del PAN y del PRI. Con ciudadanos sin afiliación política y partidista que deseen recuperar su patria y podérsela heredar a sus hijos y nietos.
Que la rabia, el dolor y la indignación por la muerte de estos jóvenes normalistas nos haga razonar que nada ganamos con criticar al gobierno si el día de las elecciones no salimos a votar, porque esa acción, favorece a los partidos mayoritarios que con su voto duro, aseguran su permanencia y sus lujos.
Esa puede ser la mejor arma para derrotar a estos corruptos y criminales, antes que la revuelta se generalice.

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