Plaza Caracol

The impeachment

Helí Herrera



Trump ha decretado órdenes impulsivas que no han sido revisadas por juristas ni por expertos gubernamentales ni responsables políticos, y mucho menos han sido objeto de una planificación meditada.
El presidente de Estados unidos está tratando de gobernar por impulsos, por caprichos, por recompensa personal, por beneficios a base de decretos. Sus resultados son catastróficos, en tan solo una semana los apoyos que había logrado tanto de diputados y senadores republicanos lo esta perdiendo día con día.

Con esos resultados el impeachment (juicio político) está ganando terreno porque es la única forma de destituirlo, dado que los republicanos empiezan hartarse de tantas equivocaciones y se empiezan alejar de él, porque el hombre es psiquiátricamente incapaz de comprobar si algo es legal antes de hacerlo.

La destitución avanza porque resulta terriblemente evidente que Donald Trump no está apto para la presidencia; lo adultos que lo rodean, hasta los que lo siguen con una lealtad a ciegas se pasan la mitad de su tiempo tratando de frenarlo, pero es imposible. Se pasan la otra mitad respondiendo a llamadas frenéticas de líderes republicanos, élites empresariales y dirigentes extranjeros.

Una cosa es vivir en tu propia realidad cuando eres candidato y solo son palabras. Puedes engañar a las suficientes personas durante el tiempo que la ley te lo permite como para ser elegido. Pero cuando intentas gobernar de esa manera, la realidad es la
realidad, y ésta te llama al orden.

Trump ha decretado órdenes impulsivas que no han sido revisadas por juristas ni por expertos gubernamentales ni responsables políticos, y mucho menos han sido objeto de una planificación meditada. Casi de forma inmediata se ve obligado a dar marcha atrás por una combinación de presión política y legal, y por la realidad.

A diferencia de las dictaduras que Trump admira, la compleja red de medidas constitucionales legales y políticas contra la tiranía todavía funciona en Estados Unidos (a veces le cuesta pero todavía funciona), y cuanto mas imprudente es el comportamiento del presidente, mas se refuerzan estas medidas. Solo con su esfuerzo lunático de prohibir la entrada de refugiados de forma selectiva (pero no precisamente procedentes de países que envía a terroristas como Arabia Saudita y Egipto, donde Trump tiene intereses comerciales), el presidente ya ha descubierto que el sistema estadounidense tiene tribunales.

Cuando más trastornado se vuelva, menos jueces conservadores hará la pelota a los políticos republicanos (como hasta ahora solían hacer). ¿De verdad alguien piensa que el Tribunal Supremo va a ser cómplice de Donald Trump?

La semana pasada algunos republicanos se pelearon por ver quien era el primero en rechazar la visión de Trump sobre Vladimir Putin, y se apresuraron a negar sus declaraciones sobre un supuesto fraude electoral.

No saben como hacer para liquidar al Obamacare sin matar a pacientes y sin acabar con la esperanza de la reelección. Lo cierto es que resulta complicado y los matices no son el punto fuerte de Trump. El congresista republicano Tom McClintock puso de manifiesto lo que muchos pensamos “mejor asegurarnos de que estamos preparados para vivir con el mercado que hemos creado. Esto va a llamarse Trumpcare”. Los republicanos lo poseerán en su totalidad y seremos juzgados en las elecciones en menos de 2 años.

Por su parte el senador republicano Lindsey Grahaam se burlo de los hábitos tuiteros de Donald con un mensaje en la red social en el que calificaba la guerra comercial con México como “mucha sad”. En pocas palabras: en cualquier propuesta que suba los precios de la corona, el tequila o las margaritas es una muy mala idea, muy triste.

Inclusive el personal de Trump tuvo que pararle los pies con su absurda cruzada contra México y los mexicanos,
en la que un día Donald obliga al presidente mexicano a cancelar una visita oficial y al día siguiente se pasa una hora al teléfono con él.

Trump propuso volver a instaurar la tortura pero los principales líderes republicanos se carcajearon de esa idea. El senador John Thune afirmo este miércoles que la prohibición de la tortura era una ley establecida que los republicanos en el Congreso se opondrían a restaurarla. El propio secretario de la defensa de Trump opina lo mismo. Después de proclamar por todo lo alto su nueva política de tortura Trump cedió dócilmente a que esas medidas pasen antes por sus asesores de defensa.

Y todo esto ¡En una sola semana! Ya hasta los jueces federales han empezado a frenarlo. Hace dos semanas, basándome solo en lo que vivimos durante la transición escribí un artículo en el que proponía la constitución de una comisión de impeachment como un comité paralelo que elabore un dossier para la destitución de Trump, además de una campaña ciudadana para crear un movimiento publico de impeachment (en estas dos semanas la organización Free Speech for People ya ha lanzado una campaña ciudadana para destituir a Donald. Hasta el momento mas de 400 mil personas han firmado la petición.

El grupo bipartita Citizens for responsability and Ethics (CREW) en Washington también ha llevado a cabo una profunda investigación. Varios expertos legales asociados al Crew han presentado un informe detallado legal que documenta las diferentes formas en que Trump esta violando la cláusula de elegibilidad que prohíbe que un presidente se beneficie de las acciones de gobiernos extranjeros.

Existen muchos otros motivos para el impeachment, como por ejemplo el hecho de que Donald Trump pone sus intereses comerciales por delante de los del país y su extraña y oportunista alianza con Putin la cual raya en la traición. Menos conocida que la Emoluments clause es la ley STOCK de 2012 que prohíbe explícitamente que el presidente y otros funcionarios se beneficien de la información pública que no es.

Obviamente el impleachment es un proceso político así como legal, los padres fundadores lo diseñaron así de forma deliberada. No obstante, después de una semana en el cargo Trump no solo ha abandonado la Constitución, sino que sus aliados lo están abandonando a él.

Pese a sus repulsivas rarezas los republicanos pensaron que en un principio podían usar a Donald para su agenda y fines republicanos, pero Trump no es republicano, lo demostró con su abrazo, relación y hasta sumisión a Putin y con su promoción de una guerra comercial a nivel global. Es fácil imaginarse la alarma y el terror que los republicanos estarán expresando en privado.

En 1984 el psiquiatra Otto Kemberg describió una enfermedad conocida como malignant narcissim (narcismo maligno). A diferencia del narcismo convencional esta tipología se considera una patología severa. Se caracteriza por una ausencia de conciencia, una grandiosidad y una búsqueda de poder patológica y un placer sádico por la crueldad.

Uno de los pocos que si creyeron que Trump ganaría y que se atrevió a decirlo públicamente es el profesor de la Universidad de Washington Allan Lichtman. Lleva 32 años acertando el nombre de los que serían los inquilinos de la casa blanca y esta vez también atinó. Ahora acaba de hacer otra predicción en The Washington Post “Los republicanos no quieren a Trump como presidente porque no pueden controlarlo. Es impredecible. Estoy seguro de que Donald dará motivos para su destitución ya sea haciendo algo que ponga en peligro la seguridad nacional, o porque ayude a su bolsillo.

*Robert Kuttner.