Reflexión

EJERCITO. LEALTAL INCUESTIONABLE; PRESIDENTES, ENTREDICHO

José



Si el gobierno civil no prueba su eficacia para combatir a la delincuencia organizada o desorganizada, tendrá que crearse un organismo apto para ese propósito
La lealtad del ejército al país jamás ha sido cuestionada, incluso en los momentos críticos del maximato, de ahí el respeto que se le tiene y se ha tenido en esa institución, -no para caer sin meter las manos- sino por obedecer a quien es su jefe inmediato, pues quienes han sido desleales, al gobernar con irresponsabilidad, y no tener la capacidad de afrontar los retos sin derramar sangre inocente o presunta culpable, son precisamente que se quieren seguir escudando en ellos.

Ni Cárdenas ni Ávila Camacho, militares ambos, pese a momentos convulsos que vivió el país, se dieron episodios desgarradores, pese a que el país se estaba consolidado, si no que la debacle acontece cuando son civiles quienes gobiernan y acreditan que solo por la bayonetas se enfrentan los problemas, lo que es inadmisible cuando el meollo está en la corrupción auspiciada y alentada desde el poder público.

Salvo la etapa aciaga de 1968, hecho condenado por la historia, no es hasta el gobierno del panista Felipe Calderón cuando se declara una guerra abierta y descomunal contra el narcotráfico utilizando al ejército, para registrar los cientos de desaparecidos y miles de muertos que exponencialmente se han acumulado en el actual sexenio de Peña Nieto que tiene al país en la disyuntiva de, o sigue el ejército en las calles, o regresa a los cuarteles, queriendo ignorar que las fuerzas armadas tienen una función totalmente ajena a las tareas encomendadas a la persecución de delitos y que si continua, con una nueva ley o sin ella, se seguirán cometiendo esos crímenes de lesa humanidad .

Hacer una ley a modo para los militares es quitarle le función esencial que es ametrallar sin miramientos cuando se está contra otro país, lo que es imposible porque desnaturaliza la función del soldado que está preparado para disparar consciente que lo hace para defender su nación , por ello, en la guerra existen protocolos de derecho internacional humano que no podrán cumplirse cuando se trata de delincuentes comunes y vendrá a dar a razón de
lo mismo, es decir, más violación a los derechos humanos que será el cuento de nunca acabar, y soldados indefensos, que cumplieron con un deber legal estarán en la cárcel injustamente sustraídos de la sociedad.

Si el gobierno civil no prueba su eficacia para combatir a la delincuencia organizada o desorganizada, tendrá que crearse un organismo apto para ese propósito y visto que no hay capacidad, como dijo alguien por ahí, es mejor que renuncien, porque lo que tiene que atacarse primordialmente es la corrupción, elemento esencial de todas las ineficiencias habidas y por haber y si nada se hace para erradicarla, no debemos escudarnos en las fuerzas armadas que es pretexto para medrar en lo mismo.

El descontento no es contra las fuerzas armadas per se, sino que el manejo no es el adecuado y congruente, como ya lo dijo el secretario de la Defensa, y obviamente, lo preferible es que regresen a los cuarteles y que sea la fuerza civil la que actúe en esa tarea, de lo contrario, las protestas cada día serán mayores al violarse todos los derechos humanos, incluso, aquellos contenidos en los cuatro convenios de Ginebra -1949- y los protocolos adicionales de l977, relativos a la protección de las víctimas de los conflictos, que aunque actos aislados, no dejan de tener resonancia en todos los órdenes, como Tlatlaya y muchos más.

Ahora bien, no están en entredicho las instituciones armadas que indebidamente han sido involucradas y que reciben órdenes de su jefe inmediato –y así debe ser-, sino la incapacidad para afrontar el reto, pues si se considera que ametrallando con helicópteros artillados a los supuestos grupos delincuenciales se resuelve el problema, quiere decir que no tiene sentido la existencia de los tribunales en los que tienen que cumplirse con los principios constitucionales de debido proceso y presunción de inocencia, pensar así significaría que “muerto el perro se acabó la rabia” y no ha sido así.

*diplomado en amparo y derechos humanos
limacobos@hotmail.com