Pitol despide a García Márquez
18 de Abril de 2014
Jesús Ruiz / Xalapa, Ver.
Sólo tres horas y media después de la muerte de Gabriel García Márquez, en la casa marcada con el número 11 de la calle José María Pino Suárez en Xalapa, el también afamado escritor Sergio Pitol abría la puerta de su residencia; entonces ya estaba al tanto del fallecimiento del Nobel de Literatura.
Sin pensarlo, el Premio Cervantes dejó entrar a la fotógrafa y a este reportero, dispuesto a una entrevista que no se había pactado. Pitol caminó hacia su estudio del segundo piso y lamentó la noticia que impactó al mundo.
“Es una pérdida muy grande para la literatura”, reconoció el narrador vestido con un jeans, tenis desgastados y chaleco multicolor del que sobresalía el cuello de una camisa a cuadros.
Caminó a paso lento hacia su habitación, peinándose algunos cabellos blancos con las manos para tomar el saco azul marino que tenía en su dormitorio. De regreso llegó hasta su escritorio, repleto de lápices de colores, hojas con sus dibujos, documentos y libros.
Tomó asiento enfrente de las imágenes de un joven Octavio Paz, Franz Kafka, Juan Rulfo, Albert Camus, Jorge Luis Borges, Antón Pávlovich Chéjov, entre las fotografías de otros grandes de la literatura que colgaban de las paredes, la mayoría muertos.
A sus 81 años Pitol conserva la agilidad de un hombre joven, no requiere de ningún apoyo para caminar pero prácticamente perdió la capacidad de locución; su voz apenas deja escapar palabras entrecortadas, desesperándolo por impedirle terminar las frases.
Por algunos minutos esperó la llegada de su secretario particular. Anfitrión generoso nos ha permitido curiosear entre sus pertenencias y reconocimientos, hasta que la mujer encargada de la limpieza le informa que no podía localizar a su asistente.
Ante la noticia el autor de “El arte de la fuga” se vio ensombrecido debido a que para expresarse requiere la ayuda del amanuense. Sin otro remedio trató de hacer un comentario por la muerte de García Márquez sin conseguirlo.
Pero la lucidez no ha abandonado a Pitol. El escritor fue a su biblioteca y regresó con seis libros del Premio Nobel de Literatura colombiano para acomodarlos en un centro de mesa de madera situado en la sala.
Su homenaje personal se limitó a ese detalle, confesó que su obra predilecta de García Márquez es “Cien años de Soledad”, tomando una hermosa edición del libro para leer algunas líneas y devolverlo a la mesa.
De repente se escuchó que se abría la puerta de entrada, el chofer había regresado de pasear a Lola y Homero, dos perros mestizos que el reconocido traductor mexicano adoptó de la asociación xalapeña Amigos de los Animales.
Mientras en los países de habla hispana son miles quienes lamentan la muerte del acreedor al más prestigioso reconocimiento de la literatura mundial, en 1982, sin palabras, Pitol manifestó su sentir personal ante su muerte en la Ciudad de México a los 87 años de edad.
“Somos cinco, quedamos dos”
El escritor comenzó a buscar entre los cientos de papeles de su escritorio la sección cultural de La Jornada. Al encontrarla señala las imágenes de Octavio Paz, Carlos Fuentes, la suya, la del recién fallecido José Emilio Pacheco y la de Elena Poniatowska.
“Somos cinco y quedamos dos”, alcanza a decir sonriendo, en referencia a los mexicanos que han sido acreedores al Premio Cervantes de Literatura en 1981, 1987, 2005, 2009 y 2013, respectivamente.
Entonces Pitol adelantó que no asistirá a ningún homenaje a García Márquez ya que su estado de salud no lo permitiría, por lo que continuará como de costumbre en su hogar de Xalapa, con sus terapias de habla y ejercicios físicos todos los días.
Espléndido nos invita a recorrer las seis habitaciones en las que se divide su biblioteca, negándose en todo momento a recibir la ayuda de su chofer para caminar entre cada uno de los cuartos.
Los perros no se le separan, permanecen pendientes del amo a cada paso. Los miles de libros de los estantes se dividían entre literatura universal, poesía, pintura, arquitectura, teatro y una pieza especial con cientos de películas en VHS y DVD.
Sonriente reveló que todos los sábados por las tardes se reúne con jóvenes estudiantes para ver películas de todos los géneros en la pantalla plana que se encuentra al fondo de la estancia, al lado opuesto de una decena de sillas para los invitados.
“Pero entre semana escucho ópera, la ópera es mi favorita”, explicó el escritor al señalar varios estuches de conciertos en vivo, de los cuales no pudo definir a ningún favorito.
Antes de terminar el recorrido Sergio Pitol ingresó a su habitación, se sentó en la cama e intentó relatar que cada día realiza ejercicios con la ayuda de un asistente y para mantenerse bien además toma diversas medicinas de la que no especificó un número.
“Todos los días tomo éstas”, dijo Pitol, abriendo el cajón de una cómoda en la que se veían decenas de cajas con medicamentos distintos, agregando que pese a todo se siente bien de salud.
Atento afirmó que cualquiera de los visitantes puede acceder a su biblioteca personal por las tardes. “Siempre y cuando se encuentre presente alguno de los trabajadores”, acotó el chofer del reconocido ensayista.
“Cuando me muera se van a la universidad (UV)”, añadió Pitol, viendo los libros en los estantes de su cómoda en donde tiene un apartado especial para sus obras traducidas en innumerables idiomas, orgulloso especialmente de las que están en ruso, japonés, hebreo e italiano.
Al finalizar la entrevista insistió en su pesar por la muerte de García Márquez, pero no le hicieron falta palabras para demostrarlo, su rostro, su estado de ánimo revelaron a un escritor de avanzada edad consternado por una generación de personajes literarios que podría concluir con su propia partida.