Mientras la Comisión Nacional de Justicia Partidaria del Revolucionario Institucional suspendió los derechos como militante a Javier Duarte de Ochoa, el gobernador veracruzano se daba de “baños de pueblo� en la inauguración del puente “Zapotito-Mata Verde� en el municipio de Úrsulo Galván.

Es más, luego de comerse los titulares al día siguiente de su veredicto, Duarte apareció en el patio central del Palacio de Gobierno arropado por integrantes de su gabinete, alcaldes, legisladores de las diferentes cámaras, además de delegados federales.

Y entonces, ¿cuál fue el castigo? Si Javier andaba como si nada hubiese pasado.
La mera verdad.

Sin ningún recelo, el aun titular del Ejecutivo del Estado osadamente resaltó en el marco del programa “1000 Grandes Empresas� que ante los asuntos políticos, las grillas y los dimes y diretes, la respuesta serán los resultados y el trabajo para el crecimiento de Veracruz, y que todo lo demás quedará en el anecdotario.

Así tal cual.

Hay que decirlo, aun y con todo el alboroto mediático que se originó en torno a las decisiones del Comité Ejecutivo Nacional del tricolor, la sanción implementada hacia el gobernador y a otros seis de sus colaboradores, aparte de corta y remisa, es auténticamente ridícula, ya que el hecho de anunciar que el actual mandatario, agregados y conexos no pueden ser elegibles como próximos candidatos, a los diferentes sectores de la sociedad no les importa.

Las reuniones del líder nacional del PRI fueron un circo, una burla y una tomada de pelo.

Sin duda.

Inequívocamente el “Caso Veracruz� sirvió como una salida expiatoria para el mismo PRI nacional, sin embargo ante los manotazos tardíos, y con la ejecución de un pésimo Gobierno Federal, se duda mucho que este instituto político recupere la credibilidad de los electores quienes en una marcada tendencia prefieren circular hacia los vientos renovadores