El amorío del Pancracio y la Ciudad de México
03 de Julio de 2015
Staff MARCHA / México, D.F.
De pronto aparece en el escenario un hombre panzón, con un leotardo azul y una máscara con un rayo en las mejillas. Los espectadores rompen el silencio sepulcral y en un estallido de júbilo sueltan todos sus amores y odios para “Leonoooooooo”.

A los segundos aparece una segunda figura de un hombre entrado en años, con una larga cabellera, sin máscara y con ropas en color negro, símbolo de la penumbra. A lo lejos se escucha su nombre que es presentado: “¡Con ustedes El Cholooooooo!”

En las bocinas se escucha una voz por todos conocidos: “lucharaaaán mano a mano a una caída sin límite de tiempoooooooo”. Y entonces El Coliseo de la Ciudad de México explota en un amasijo de mentadas de madre, insultos y fanatismo para los héroes del pancracio mexicano.

Lo mejor y lo peor de los chilangos, pero también de los hombres de “provincia” y extranjeros que acuden a la Arena Coliseo, sale a flote en este escenario que evoca la era dorada del pancracio, con las películas de El Santo, Blue Demon, El Cavernario y el Murciélago, que representaron las máximas obras de arte y cultura popular.

En una esquina de La Coliseo, en cuatro de las 5 mil 400 localidades, surge la voz de unas jovencitas emocionadas hasta el tuétano: “¡Inquisidor, Inquisidor, Inquisidor!, dice Soberano que chingues a tu madreeeeeeeee”, gritan a todo pulmón y los espectadores sueltan las carcajadas y, otros, responden con insultos al Soberano.

La Coliseo, templo de odios y amores, pero también de tolerancia. Podrán proferir mil maldiciones a los técnicos o rudos, pero de la calle Perú #77 jamás saldrán insultos a los seguidores de un bando o el otro. Todo el estrés va dirigido al cuadrilátero y sus estrellas.

De los tinieblas de los pasillos, surge “Disturbioooo” con un calzoncito rosa llamativo que suelta el morbo de los espectadores. El rudo de rudos ni se inmuta y se apresta a enfrentar a “Súper Halcón Juniorrrrrrrrr”. El juego de manos, insultos, mordidas de nalga surgen en las cuatro cuerdas ante el alarido de los asistentes.

Los gritos de “eres un pendejo”, “chinga a tu madre”, “dale en su madre”, “ya acabalo”, pasan por los oídos de los participantes de las cinco luchas programadas esa noche. El Apolo Oaxaqueño, El Ángel del Infierno , Ángel de Oro, Struka, Ephesto y Tiger aguantan estoicos los recordatorios del Día de la Madre, aunque de vez en cuando encaran al público a los individuales.

La Princesa Sugehit y Seductora, técnica y ruda, respectivamente, también resisten las agresiones verbales del público que desfoga sus frustraciones, alegrías y pasiones con una buena cerveza de por medio en este escenario construido gracias a la suerte Salvador Lutteroth, considerado el "Padre de la Lucha Libre Mexicana", quien construyó la arena con 40 mil pesos que se ganó en la Lotería Nacional.

Pero también las famosísimas llaves la urracarrana, el martinete, el tirabuzón, la nelson, la quebradora y el candado hacen su aparición con la lucha estelar, protagonizada por los queridos técnicos Místico, Atlantis y Dran Lee; mientras que del lado de los rudos los rudos los rudosssss Shocker, Niebla Roja y Bárbaro Cavernario.

La Arena Coliseo, cuya construcción se inició en 1938 en el barrio de La Lagunilla, retiembla con la emoción de la fanaticada, sensaciones que evocan a aquel viernes 2 de abril de 1943 cuando fue la función inaugural y la pelea estelar fue entre Carlos El Tarzán López y el novato sensación, Santo, entonces miembro del bando rudo.