Alma Grande

La triste rutina de evaluar

Ángel



En los primeros siete meses de gobierno de este sexenio han corrido más ríos de tinta que en cualquier otra administración en el mismo lapso, tanto que hasta podrían decir los implicados que tanta grilla en los medios les obliga a aclarar rumores en el tiempo que deben ponerse a trabajar.
En los primeros siete meses de gobierno de este sexenio han corrido más ríos de tinta que en cualquier otra administración en el mismo lapso, tanto que hasta podrían decir los implicados que tanta grilla en los medios les obliga a aclarar rumores en el tiempo que deben ponerse a trabajar.

Si un gobierno es colocado en la línea de fuego, por las razones que fueran, es natural que se conviertan en el blanco de las críticas. Basta estar en los medios para ocasionar críticas y también halagos.

Sobran evaluaciones, así como en su momento sobraban encuestas en las campañas. Esto nunca se había visto, era una tradición de los medios y de las fuerzas vivas del país dejar gobernar, bien o mal, pero nunca se evaluó.

Resulta paradójico que ahora que hay posibilidad de revocar el mandato a la mitad del sexenio sean las valoraciones de la eficacia las que ocupan importantes espacios en los noticieros, como si eso mostrara, a los siete meses, una medida que pudiera perdurar o cambiar de un momento a otro.

La impaciencia por descalificar al actual gobierno habla de la necesidad de cuestionar todo lo que haga el Presidente de la República. A veces todavía no acaban de leer la información y ya están enviando sus críticas, como sucedió con una conferencista que confundió a un actor de cine con el secretario de Comunicaciones y Transportes del sexenio pasado. Es decir, se trata de criticar a como dé lugar, de crear rumores, de abrir especulaciones.

La realidad es que tanto estorba el cúmulo de críticas como el cúmulo de alabanzas a un gobierno que no puede evaluarse porque aún no completa los siete meses, sobre todo tomando en cuenta que encontró unas finanzas quebradas y unos exfuncionarios millonarios.

Entre los grandes beneficiarios de este robo a la nación están muchos gobernadores, de quienes en su momento apenas se hablaba. En Veracruz, por ejemplo, la rapiña de los últimos gobernadores llenó los espacios de los medios, pero nunca se habló de una evaluación ni al año, ni a los seis años.

Ahora con Cuitláhuac García Jiménez, quien según los números de popularidad está en el lugar 25, de los 32 mandatarios de las entidades del país, la honestidad es a toda prueba, aunque sus descalabros tienen otro origen, principalmente tiene que ver con sus colaboradores.

En la misma circunstancia está el Presidente de la República, a quien lo colocan como el segundo del continente con mayor popularidad; sin embargo, esto a la administración pública le estorba lo mismo que si estuviera en el primero o en el último. Son marcas que quieren tenerlo al frente ya sea para cuestionar su lugar en una competencia a la que nunca se inscribieron ni quisieron concursar.

Los absurdos surgen cuando en lugar de estar arriba caen estrepitosamente del sitio en el que se encontraban un mes antes y esto intenta afectar en el ánimo de la población, pero no sólo de la gente, sino que crea desconfianza en empresarios, cuestionamientos en la oposición, incertidumbre en los mercados, rumores en las clases medias, etc.

Es decir, influye de manera subjetiva en un proyecto que quieren estropear para decir simple y sencillamente: “Teníamos razón”.

En necesario que permitan trabajar, que quienes cantan victoria tengan mesura y quienes critican, tengan paciencia. Pero ni unos ni otros quieren esperar un minuto más, quieren ver ganar a su gallo a como dé lugar, en lugar de esperar a que una obra termine, y condenar al fracaso un proyecto que ni siquiera va a la mitad.

Quienes colocan hasta arriba la popularidad del presidente López Obrador, quieren verlo caer
estrepitosamente, quienes se alegran de que no se desgaste, quieren mantener estas simpatías sin trabajar para lograrlo y mantenerlo.

Hay que apoyar al Presidente, y en ese apoyo convencer a sus colaboradores a que trabajen para que si están con una aparente mala calificación suban y si están arriba sigan ahí.

En el peor de los absurdos los mismos análisis de evaluación que mantienen a López Obrador en el segundo lugar, muestran que el primero es nada menos que Nayib Bukele, de El Salvador, que tomó posesión el 1 de junio, es decir, hace sólo unos días.

La evaluación no sólo es una muestra comparativa sino un análisis de cada acción, pero quieren medir las simpatías con factores en los que a la mayoría de la gente no se les ha informado. Es decir, se le pregunta a la población sobre confianza en la inversión, cuando los parámetros de confianza en este rubro siempre fueron escondidos en esos mismos medios que quieren hacer de un lenguaje poco común, una plática coloquial.

Es cierto que algunos funcionarios no han trabajado como debieran, que deben estar comprometidos, otros a quienes el cargo les quedó muy grande, y otros que apenas se están acomodando en la silla para comenzar a trabajar a pesar del tiempo transcurrido. Cada caso es diferente y tiene tantas causas como efectos, no puede evaluarse tan temprano ni tan a la ligera.

Los medios insisten en hacer del ejercicio político una especie de deporte donde sólo juegan quienes están entrenados, los expertos, los especialistas, cuando la política debe practicarse por todos cada día. Ante estas encuestas y valoraciones superfluas lo que se hace es separar al ciudadano de las prácticas políticas. Lo obligan a ser un espectador de un ejercicio en el que todos y cada uno debe participar activamente y no sólo votar y opinar en las convocatorias de los medios para sentirse reportero pasivo de una información cuya credibilidad es cada día más relativa, sino en realidad transformar la vida propia y la de otros con trabajo, con organización social, con solidaridad, con un esfuerzo adicional para convencer y vencer, más allá de ideologías y de partidos.

Porque la población tiene necesidades e inquietudes que la gran mayoría de sus representantes ni siquiera imagina, sólo coloca en la boca de sus representados necesidades que consideran les son propias, pero no se comunica con ellos nunca.

Las evaluaciones en tan breve lapso llegan al absurdo de convocar para un juicio político contra el Presidente. Se habla de excesos, pero no piensan que el voto que recibió fue también excesivo, fue un mandato, esto no quiere decir que se convierta en dictador, sino que al carecer de contrapeso político sus decisiones pueden tener mayor contundencia. Nunca antes se alarmaron cuando el PRI tenía todas las curules en sus manos, ni cuando su número de legisladores era aplastante; ahora, ante la manipulación de quienes los alaban en apariencia, intentan hacer política de Twitter, desde la comodidad de su hogar, con los botones en la mano y la convicción deshilvanada. PEGA Y CORRE. - Para seguir con los absurdos en la política está la declaración de la senadora del PRI, Claudia Anaya Mota, quien adjudicó la baja en el reporte de empleo del IMSS, a la cancelación del aeropuerto en Texcoco. Es decir, la gran fuente de empleo era una obra que por mucho tiempo que tarde en construirse no deja de representar un trabajo temporal, pero el caso es clamar nostálgicamente por lo que algún día consideraron propio y ahora lo pierden… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.



angelalvarop@hotmail.com